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Para lograr un visionado mas amplio, pulsar F-11




   

          La historia que os voy a contar, comenzó hace casi dos millones de años, cuando descendió desde el "Gran norte", la última glaciación del Cuaternario, encargada de enfriar progresivamente el clima de toda Europa.

          Por esta causa, las floras de las zonas más altas de la Península Ibérica, como Pirineos y Sierra Nevada, quedaron entrelazadas con las del norte del continente, pero tras un lento aunque paulatino aumento de temperaturas, dichas floras europeas volvieron a replegarse hasta sus territorios originales, quedando en nuestra península, pequeñas zonas elevadas a modo de islas.

          En las más altas cumbres de la sierra, la flora nevadense al aislarse de las del resto del continente, evolucionó de tal forma que, hoy atesora 66 especies de plantas endémicas, especies que no podremos encontrar en ningún otro rincón del planeta.

   
 

Un paseo inolvidable por las altas cumbres de "Sierra Nevada"


                     
 

     Nuestro peculiar "paseo por las nubes" a la caza fotográfica de la flora nevadense, lo comenzaremos en la Estación invernal de esquí de Pradollano. Esta estación, está situada a tan sólo unos 31 kilómetros de Granada y a 212 kilómetros de Almería. Podremos podremos ascender, por la que se dice: "la carretera más alta de Europa". La cota de la Estación, se encuentra situada entre los 2.100 y 2.400 metros sobre el nivel del mar, lo cuál le proporciona un ambiente limpio y desprovisto de casi toda contaminación.

         

     Una vez allí, para continuar el ascenso hasta las cotas mas elevadas de la sierra, optaremos por los propios remontes de la estación, pues en su afán proteccionista, los responsables del medio ambiente no permiten la circulación de vehículos privados a partir de un lugar llamado "Hoya de la Mora", que se encuentra a 2.500 metros de altitud.

     Por un módico precio los responsables de la estación, te facilitan el billete de ida y vuelta, por lo que el traslado resulta muy aconsejable. Primero un telecabina que mas tarde enlaza con un telesilla y en media hora, ambos remontes nos habrán situado sin esfuerzo prácticamente en la cota de los 3.000 metros.

 

 
 

Estación de esquí de Pradollano


 

     Al descender del telesilla, una agradable sensación de sosiego por haber llegado tan arriba sin apenas fatiga, recorre nuestras entrañas. Nos encontramos, en dónde la terminología botánica, ha dado en llamar piso oromediterráneo; es decir, un ambiente donde cualquier tipo de especie arbórea ya ha desaparecido y donde las condiciones atmosféricas, son tan duras para la vegetación que, apenas podremos ver unas pocas especies abolinadas y diminutas escondidas entre el abundante cascajar. Es la tundra o el mal llamado desierto helado y no debe de asustarnos, porque es justo lo que hemos venido a buscar.

 
 
 

    Telecabina


                   
 

Los borreguiles


 
           
 

     "Borreguil" es el nombre con el que se designan en Sierra Nevada a ciertos prados situados junto a algún arroyo y que por ello, se encuentran muy encharcados. Su denominación, hace clara referencia al lugar querenciosos por los borregos, para pastar durante los meses de verano, única época del año en que se encuentran al descubierto de la nieve. Nuestro primer borreguil, puede decirse que lo encontraremos muy a mano, o muy a pié según se mire, es el Barranco del Río San Juan.

 
 
 

      Borreguiles de la alta montaña


         
           
       

     Para acceder a los "borreguiles" del Río San Juan, habremos de descender una pequeña ladera y por lo tanto, perder algo en altitud; por lo que calculo que se localizan a unos 2.800 metros. Os puedo asegurar que la experiencia de pasear por un prado a esta altitud, es absolutamente reconfortante.

 

 
 
 

     Nada mas llegar al borreguil, me siento igual que un niño ante un escaparate de golosinas; y lo primero que hago es deshacer con premura mi mochila para tomar la cámara de fotos. Una enorme variedad de especies parecían estar esperando para ser fotografiadas: Ranúnculos, Cerastium, Mucizonias, Lotus, Gentianas, y la bella y diminuta Euphrasia willkommii, un grupo de  especies de élite que me llamaron poderosamente la atención.

     Entre estas últimas, fue toda una sorpresa la localización de la Parnassia palustris, pues se trata de una romperocas, es decir, una Saxifragácea; no lo fue menos ver al borde del arroyo y de forma puntualmente abundante, a la rarísima Pedicularis verticillata que personalmente ya tenía localizada en este macizo, aunque siempre por encima de los 3.000 metros.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

        Gentiana alpina


 
   
 

Parnassia palustris


     Tampoco quisiera olvidarme ni de la bellísima Campanula herminii, ni de una especie que no estaba en flor por lo avanzado de la estación: Pingüicola nevadensis, insectívora que no carnívora y que oferta a los insectos en sus pegajosas hojas una auténtica trampa mortal.

   
   
 
 
   
 

     Con algo de pena, dejo este tranquilo e idílico ecosistema tan verde como fresco, para ascender a otro contrapuesto. Remonto algunos metros por la carretera asfaltada que conduce a la cima del Pico Veleta, que con sus casi 3.400 mts. nos proporcionará a buen seguro nuevas sensaciones, estoy, en las "Posiciones del Veleta".

 
 
 
 
 

Los cascajares de alta montaña


    Pedicularis verticillata sub. caespitosa


     
 

     En Sierra Nevada, denominan "cascajar" al conjunto de piedras y lajas móviles que se desprenden de zonas de mayor cota. Es un mundo desolado, sin apenas ningún atisbo de vida, pero que encuentra en el que sabe mirar, los mas valiosos endemismos de toda esta sierra.

     Ocupan la zonas cacuminales del macizo en lo que se le ha dado en llamar, piso crioromediterráneo, es el reino de la "Violeta de Sierra Nevada" (Viola crassiuscula) sin duda alguna una de las mas bellas especies que podemos encontrar en la ascensión hacia las cumbres.

 
 
 
 
 
 
 
             
 

     En mi particular "paseo por las nubes", he de escudriñar muy atentamente los bordes de la carretera, si quiero avistar una linaria violeta teñida de amarillo que se camufla a la perfección entre el pedregal; sus hojas verde-glaucas tienen la tonalidad idónea para pasar totalmente inadvertidas. Y su nombre científico, no deja lugar a dudas de donde me encuentro: Linaria glacialis.

     Continuando con mi lenta ascensión, aparece de improviso la imponente y desafiante figura cortada del Pico Veleta, aún siendo época estival, el frío, el viento y una fortísima radiación solar, se dejan sentir causándome las primeras fatigas.

 
 
 
 
 
 
 

Viola crassiuscula


 

    

 

Linaria glacialis


     Estoy a punto de traspasar la cima para caer en la cara sur de la sierra, es el "Collado de la Carihuela". Un pequeño refugio de montaña  en forma de cilindro volcado, me advierte que estoy a punto de coronar. Sin embargo, antes de disfrutar de un merecido descanso me dejo caer unos metros abajo, para acercarme a los "Tajos de la Virgen"; lugar mariano, donde cada 5 de agosto se celebra la Romería de la Virgen de Las Nieves. En este tajo, que parece ser un antiguo circo glaciar, vegeta el Erigeron frigidus. Su calificativo específico, da una ligera idea de la climatología a la que esta sometida esta especie. Se trata de una diminuta margarita que asoma entre el pedregal a la búsqueda de los rayos de sol.   

   
     
     
     
       
 

 
 
 
 
 
 
 
 

Erigeron frigidus


     Pico del Veleta


 

     El Refugio de la Carihuela es un lugar emblemático para esta sierra, donde es común encontrarse con bastantes montañeros. En efecto, un grupo familiar de unos seis miembros y un par de alpinistas perfectamente pertrechados, mercadean pistachos e impresiones sobre las recientes gestas que han alcanzado.

     Tras reponer algunas de las fuerzas perdidas en el ascenso, me dispongo a iniciar el largo y duro camino a la cima del Mulhacén a través de una interminable y tortuosa senda que me llevará al techo de la Península Ibérica.
 
                     
       

A través de la cuerda de los tres miles


     
 

     El durísimo trecho existente entre las dos cimas mas emblemáticas de Sierra Nevada, Veleta y Mulhacén, apenas se desciende por debajo de los 3.000 metros; dando idea del esfuerzo y la dosificación de energías que hay que llevar a cabo, sobre todo pensando en el camino de vuelta. Mucho mas aún, si durante dicho recorrido, el cometido principal es la de agacharnos continuamente para fotografiar la flora.

     El llamado "mal de altura", dolor de cabeza, mareo o náuseas, podrían ser unos incómodos compañeros de viaje, por lo que a partir de este punto, decido tomarme la marcha con mas sosiego y realizando breves pero continuados descansos. En uno de ellos, tengo la enorme suerte de tropezarme con un macho de Cabra hispánica que inmutable, parece observarme desde su oteadero de descanso.

   
 

          Veleta, Alcazaba y Mulhacén


         
 

     De las numerosas lagunas naturales que salpican Sierra Nevada, siempre me llamó la atención por su colorido y por quedar bordeada por un fresco borreguil, la llamada Laguna de Aguas Verdes cuyo nombre, delata a las claras el color de sus aguas.

     En ella, además de la vegetación propia de los borreguiles, es frecuente la observación de algún pequeño rebaño de cabras silvestres pastando o bebiendo de sus aguas. Como no voy sobrado ni de tiempo ni de fuerzas, dejo su visita para una mejor ocasión.

     Un poco mas hacia adelante y en otro de mis cortos descansos, me topo con una especie ocupante de las fisuras del roquedal; estas especies presentan un lustroso aspecto, por  disfrutar de una mayor protección solar y por tanto de mas humedad: el Chaenorrhinum glareosum.

   
 

          Ejemplar macho de Cabra hispánica


 

     Continúo caminando durante un buen trecho, y al traspasar una pronunciada curva terminada en angosta cuesta, aparecen de sopetón los Crestones, los Raspones y la Laguna de Río Seco. Un curioso y plácido enclave donde los responsables del parque nacional han hecho desaparecer casi por arte de magia el enorme y vetusto refugio que para los montañeros allí existía; un hecho insólito para los tiempos que corren y del que no queda ni la mas remota huella, da la sensación de habérselo tragado la sierra.

     En el borreguil circundante a la laguna, me llama la atención una especie que aunque puntualmente abundante, no sobrepasa los límites del parque; es mas, ha sido escogida como el emblema de este espacio natural: "La Estrella de las Nieves". Una especie que forra sus hojas con una blanca pilosidad en defensa de la luminosidad y de la altísima evapotranspiración.

 
 

                                Chaenorhinum glareosum


 

     Durante prácticamente todo el trayecto, he podido ver en las fisuras del roquedo o entre el pedregal, unas rosetas carnosas en forma de alcachofas y que, o parecen haber sido comidas por las cabras o aún no florecieron.

            Laguna de Río Seco con Los Raspones de fondo


 
 
 

Siempreviva de Sierra Nevada


     Pero no es hasta esta altura, cuando consigo verlas en flor, se trata de la Siempreviva de Sierra Nevada (Sempervivum minutun). Una carnosa y sonrojada especie con aspecto de planta crasa, que ya había localizado con anterioridad en la Sierra de Los Filabres.

     Esta especie es capaz de acumular en sus tallos y hojas gran cantidad de agua y por lo que parece, deben ser un refrescante aperitivo para que los herbívoros de la zona mitiguen su sed.

 

      De nuevo en camino, mi mirada se centra ahora en la última etapa del viaje. Ante mí la  imponente y majestuosa silueta del Mulhacén se recorta entre un amenazante y aborregado cielo.

        Estrella de las nieves


 
 
 
 
 
 
 
 

El Mulhacén


 

Cumbres, crestas y cortados


               
 

     Para alcanzar la falda del Mulhacén, hemos de pasar inevitablemente por un redondeado circo glaciar que contiene en su seno una enorme laguna; es, la Laguna de la Caldera. Una estrechísima senda utilizada por aquellos que carecen de vértigo, la bordea por su cara norte y en apenas unos pocos minutos me dejará encarando la cara oeste del Mulhacén.

     En su falda me encuentro con un grupo de jóvenes montañeros, que me cuentan pretenden ascender no sólo al Mulhacén, sino que también visitarán la peligrosísima cara norte de La Alcazaba; al escucharlos hacer sus planes, siento una sana envidia y al tiempo un sentimiento de frustración, al saber que quizás ellos podrán ver algunos de los endemismos botánicos, que aún no he podido localizar en esta sierra.

     Tras rehacer el ya escaso contenido de mi mochila y tomar algún alimento energético, me dispongo a ascender la dura y tortuosa senda que me llevará a la cumbre, son apenas 400 m. de desnivel, pero físicamente supone un enorme reto.

 
 
 
 
 
 
 
 

         Erodium cheilanthifolium


 
 
 
 
 

     Desde la base no es posíble divisar la cumbre, pero el frío y el pertinaz viento que desciende por la ladera, envuelve las risas y las voces de los montañeros que me preceden, y esto es algo que me anima a subir con mayor entusiasmo.

     Un pequeño cardo azul (Eryngium glaciale) con el que me he ido tropezando durante todo el camino, es la primera especie que me sale al encuentro. Junto a el y entre unas pequeñas rocas, la bellísima y esplendorosa Saxífraga de Sierra Nevada, una verdadera rompepiedras en el más amplio sentido de la palabra.

    

 
 
 

          Ascensión del Mulhacén


 
 
 

     Continúo mi ascenso mirando y remirando los huecos que van dejando las lastras, hasta que de repente aparece ante una enorme oquedad, un magnífico ejemplar de Manzanilla Real (Artemisia granatensis).

     Parecía que se encontraba allí, esperándome, luciendo sus treinta o quizás sus cuarenta esplendorosas cabezuelas; es mas, estaba situada en una de las posiciones preferidas por los fotógrafos de flores, con una sombra tras de ella.

 

             Saxifraga nevadensis


 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
   
 
 
 
 
 

                                   La Manzanilla Real (Artemisia granatensis)


 

     No recuerdo con exactitud cuantos disparos efectuó mi cámara, pero seguramente que pasaron de la veintena; y es que, no todos los días es posíble encontrar una joya como esta por los caminos.

     Bastante fatigado y con las pulsaciones a mil por hora, agoto el contenido de una de mis cantimploras y tras un brevísimo descanso, me dispongo por fin a alcanzar la cima, pero he aquí que la gran montaña me tenía preparada aún una última sorpresa.

 
   
 

            La rarísima Amapola del Mulhacén


 
     
 

     Cuando me encontraba a escasos metros para coronar, veo al fin mecida por el viento, una espigadísima amapola de tonalidades anaranjadas que asoma sobre un apretado rosetón de hojas muy pilosas. Es sin lugar a dudas, una de las perlas de Sierra Nevada, especie tan escasa como rara; quizás lo sea como lo son su nombre y apellido: "Papaver lapeyrousianum". Se encuentra en inminente peligro de extinción en la sierra y es ahora cuando recuerdo cuanta razón llevaba uno de mis amigos cuando suele decir: "Cuando se juega a la lotería es para que toque y cuando se sube al Mulhacén es para ver su amapola".

 
 
 
 
                     
 

  Laguna de La Caldera


 

     Muy cansado aunque sumamente satisfecho por tan espléndidos hallazgos, es cuando me doy cuenta de que he podido estar visitando la auténtica Capilla Sixtina de la flora europea, al fin, piso la cumbre y noto la grandeza de esta enorme montaña. Y mucho mas aún, cuando miro hacia atrás y veo empequeñecido el tortuoso camino que me aguarda para volver.

     Arriba del todo no encuentro absolutamente a nadie, me refiero a los llamados seres humanos; tan sólo de un par de jóvenes y dóciles cabras hispánicas, que se asoman tras un pequeño hueco excavado en las rocas donde descubro la diminuta imagen de la Virgen de Las Nieves.

     Por lo que dicen y veo, Sierra Nevada sigue siendo lo que fue y lo que queremos que siga siendo: la mas alta reserva de paz interior y exterior al sur de Europa.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

                    La cima del Mulhacén



Vivencias personales, de la excursión realizada el 31 de julio de 2007, en compañía de Luisa María



 

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