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“Las plantas disponen de unas estrategias de supervivencia, que en ocasiones llegan a resultarnos prodigiosas”

Escoger en cada momento y en cada lugar, una adecuada estrategia de supervivencia, puede resultar la elección entre la vida o la desaparición como especie.

Al igual que los animales, los vegetales pueden decidir y de hecho así lo hacen, el hábitat dónde desarrollar su ciclo vital.


En esta charca que tengo a mis espaldas, se narra una auténtica historia de adaptación y supervivencia


Ayudado e inspirado por las teorías evolutivas de Charles Darwin, y habiendo leído y releído "El origen de las especies", me propongo comentar las estrategias de algunas plantas de Almería, que han llegado a parecerme realmente prodigiosas.

Como todos sabemos, las especies vegetales se encuentran en un continuo cambio evolutivo y la vida para ellas, es una lucha titánica por la supervivencia. Se trata de enormes períodos de tiempo en los que, los peor adaptados tenderán a desaparecer, propagándose tan sólo el resto.

 

Para dar comienzo a este, mi primer "Paseo junto a Darwin", he venido a visitar este famoso enclave de la Sierra de Gádor. Se trata apenas de una humilde charca poblada por unas pocas especies vegetales, que guardan tras de sí, una sorprendente estrategia de supervivencia.

Pataleado por cabras y botánicos, se trata de un austero enclave a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, que presenta un gradiente de temperaturas entre invierno y verano de algo más de 45ºC.

Se trata de una charca permanente, a la que acuden los numerosos rebaños que pastorean por la zona. A pesar de ello, alguien que os mostraré ahora, supo adaptarse al rigor de este inhóspito hábitat.


El entorno de esta Balsa de la Sierra de Gádor, es un lugar dónde los vegetales parecen vivir en la cuerda floja. ¿O quizás dependan del ganado caprino que continuamente las patea?

Vegetar en un medio tan hostil que nadie escogió antes, pudiera ser una acertada estrategia de supervivencia


Algunas especies de esta charca son tan diminutas, que permaneciendo en pie, apenas si es posible observarlas


Se trata de una minúscula Crucífera endémica de la Sierra de Gádor, es decir, un vegetal que no encontraremos en ningún otro lugar del planeta. Una humilde especie de feo aspecto, rastrera y de tallos serpenteantes, que ofrece unas inapreciables florecillas blanquecinas, su nombre: "Coronopus navasii".

La osadía y especialización de esta especie, no es que tan sólo se encuentre en dicha sierra; sino que dentro de ella, ha escogido para subsistir: dos o tres encharcamientos sobre suelos pobres y arcillosos, dónde el hedor a orina resulta repulsivo, ya que su entorno es continuamente pastoreo por enormes rebaños de cabras.

No es de extrañar por lo tanto, que se estén desarrollado mecanismos que protejan a la especie, total o parcialmente de este tipo de agresión, introducido recientemente por el hombre.

   
 Como defensa de las bajas temperaturas, el "Coronopus navasii" ha insertado sus yemas invernales, en la zona del cuello para soportar mejor los rigores de la congelación y la sequía.

Ignoro las motivaciones que podría haber dado Darwin, para que este vegetal haya escogido este suelo excesivamente nitrificado y un ambiente tan adverso. Lo que sí resulta obvio, es que con esta especie que se encuentra en peligro crítico de extinción, la adaptación tendrá que emplearse a fondo.

Parece ser, que la querencia del "Coronopus navasii" por este tipo de terrenos arcillosos y encharcados, le cierra las puertas a una expansión en busca de nuevas oportunidades. Pero algo ha ocurrido recientemente, que puede ser el comienzo del final del "Coronopus navasii".

Los primeros humanos y sus ganados llegaron aquí, no hace demasiados años. La Sierra de Gádor era y es, una enorme mole de más de 2.000 metros de altitud, salpicada de densos bosques de encinas, que fueron taladas indiscriminadamente coincidiendo con el auge de la minería en la zona. Entre los claros de aquellos bosques primigenios, se alternaban diversas charcas dónde poder asentarse.

Desde aquel momento, toda esta flora que había evolucionado sin la intervención humana, comenzó a verse profundamente afectada, con la llegada del mayor depredador de la tierra.

    

Incluso la instalación en su día, de un vallado para protegerlas de las cabras, pudo llegar a originar tan nefastas consecuencias, como la extinción total de la especie


Pero el hombre, no sólo trajo a esta sierra la tala indiscriminada de árboles y la explotación minera; sino que trajo consigo, algo más peligroso para la vida del "Coronopus navasii": ovejas y cabras, comenzaron a competir también con la flora de estas charcas.

La destrucción de hábitats, ha causado un desastre ecológico sin precedentes en la Sierra de Gádor. Incluso el "Seseli intricatum", que vegeta muy cerca de aquí, llegó en su día ser declarado extinto.

Afortunadamente, la conciencia ecológica de las administraciones en estos últimos años, intenta paliar en parte este desaguisado, colocando vallas de protección que por desgracia, parece que no van a poder evitar la muy cercana extinción total del "Coronopus navasii".

Puesto que para poder diversificarse, es necesario crecer en grupos suficientemente numerosos, y esta especie no lo hace, puede que esté abocada a una más que probable extinción total del planeta.

Ignoro lo que Charles Darwin hubiese opinado sobre ello, pero una cosa es cierta, y es que hubiese disfrutado sobremanera estudiando esta, y otras muchas especies de la flora almeriense.

Mientras tanto, el duro juego de la "Selección Natural", ha colocado al "Coronopus navasii", en su lado más sombrío, sobreviviendo y escudriñando su destino en su particular Arca de Noé.

Aunque mucho me temo, que si la evolución no mueve ficha de modo inmediato, esta y otras especies afines, pasarán a ser una etiqueta más, en cualquier banco de germoplasma.

 
    

¿Serán quizás estos rebaños de cabras, los gestores de la pervivencia del "Coronopus navasii"? Ello es algo que aún, nos resulta difícil de comprender






 

 

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